Recientemente, la industria nutracéutica (alimentos que previenen enfermedades) ha redescubierto a la chía como una importante fuente de ácidos grasos omega 3, proteínas y fibra dietética, en proporciones mucho más favorables que lo encontrado en pescados de agua fría (salmón, arenque, sardina y atún), así como en otros vegetales como la linaza, las nueces y almendras.
La chía (salvia hispanica) es una planta antigua, cuya semilla sustentaba la dieta sana de la cultura prehispánica en México. La chía, junto con los nopalitos, las tunas, el amaranto y los huauzontles aún prevalecen en los hogares rurales de México.
Mientras tanto, en nuestro país, uno de los centros de origen de la chía, apenas hace cinco años se retomó el cultivo en los municipios de Acatic, Cuquío y Zapotlanejo, en Jalisco, donde actualmente se obtiene 99% de la producción nacional, misma que en el 2011 llegó a 3,449 toneladas cosechadas en 2,720 hectáreas.
En Jalisco, se tienen registradas varias empresas, algunas en asociación con productores agrícolas, que procesan y exportan la semilla de chía y sus derivados, principalmente, hacia Estados Unidos, donde están logrando una demanda creciente.
La planta tolera muy bien la sequía y suelos con baja o mediana fertilidad. Con precipitaciones apenas superiores a los 450 mm, sembrando 4 kilogramos de semilla por hectárea y dosis de fertilización de 70 kilogramos de nitrógeno y 46 de fósforo, se logran rendimientos de 1.2 ton/ha de semilla de chía.
Esta utilidad puede incrementarse mediante la aplicación de labranza mínima, que implica el ahorro del orden de 2,500 pesos al no incluir labores como el barbecho y rastreo.
Por todo lo anterior, el cultivo de chía es una alternativa rentable que puede mejorar los ingresos de agricultores en zonas de temporal.
*Mario Alberto Lamas Nolasco es especialista de la Subdirección de Evaluación Sectorial.