Siempre se usó una pequeña cantidad de aceite, entre 50 y
100 ml para dar brillo al pelo y mejorar el aspecto del caballo. Lo novedoso es
utilizar mayores cantidades, entre 0,5 y 1 litro por día, como fuente de
energía, reemplazando una parte del grano. Investigaciones realizadas a fines
de los años 70 indicaron beneficios de usar grasas en la alimentación de
caballos sometidos a ejercicios extenuantes de largo aliento (marcheros), pues
la utilización de ácidos grasos libres como combustible permitiría mantener durante
más tiempo las reservas de glucógeno muscular y el nivel de la glucemia.
Sorprendentemente, en los últimos años aparecieron una serie de trabajos
indicando ventajas del uso de grasas en la alimentación de caballos sometidos a
esfuerzos violentos pero de corta duración (anaeróbicos), como los caballos
Cuarto de Milla en competencias de rodeo o pura Sangres en carreras de 600 a
1.600 metros.
Como fuentes de grasa se utilizan habitualmente aceites
vegetales pues son más fáciles de manejar y son líquidos a temperatura
ambiente. El más palatable es el aceite de maíz, pero también se pueden usar
aceites de girasol, soja o mezclas. Los aceites se enrancian con facilidad al
contacto con el aire y esto disminuye su palatabilidad, de modo que deben
guardarse en recipientes cerrados, en lugares frescos y evitar agitarlos. La
agitación hace que burbujas de aire queden atrapadas en el aceite y aumenten la
oxidación y la rancidez. En cuanto a la cantidad a agregar, si bién se han
obtenido los mejores resultados con cantidades cercanas al litro diario,
recomendamos utilizar ½ litro diario, en dos veces de ¼ litro cada vez,
rociándolo sobre la ración de grano. Esto equivale a 2 tazas de té por la
mañana y otro tanto en la comida de la noche. Se debe preveer un período de
acostumbramiento de 10 a 15 días, comenzando con 90 ml en una sola comida,
después de 3 días 90 ml en cada comida y seguir incrementando gradualmente
hasta llegar al nivel deseado. En lo que respecta a su aporte energético, 250
ml de aceite equivalen a 700 gramos de avena, de modo que deberá disminuirse
esta cantidad en cada comida para evitar sobrealimentación. Se debe tener en
cuenta que contrariamente a los granos que además de energía aportan proteína y
minerales, las grasas y los aceites sólo aportan energía, de modo que es
necesario cuidar el balance de la ración.
Las grasas producen menos calor al metabolizarse que los
hidratos de carbono o las proteínas. En una ración común de caballos de carrera
el 34% de la energía metabolizable se convierte en calor mientras que el 66% es
la energía neta, disponible para el organismo. En dietas con grasa la energía
neta es el 77% y sólo se pierde como calor el 23%. A esto debe sumarse el menor
calor de fermentación de las grasas, de modo que el uso de grasas en la ración disminuye
la carga térmica y es una ayuda importante para caballos que deben desempeñarse
con altas temperaturas.
Los jinetes que usaron grasas en la alimentación de sus
cabalgaduras notaron que estas estaban menos nerviosas que cuando la dieta
tenía altos niveles de grano. En 1996 el Dr. K. S. Kronfeld de la Universidad
de Virginia hizo un ensayo con caballos que recibiero una dieta control y la
misma con 10% de aceite de maíz, lecitina de soja más aceite de maíz (partes
iguales) y lecitina de soja más aceite de soja (idem). Los caballos que
recibieron la dieta con lecitina más aceite de maíz tuvieron menos actividad
espontánea que los caballos que recibieron la dieta control. La actividad
espontánea se midió con podómetros. La misma dieta produjo menor reacción a
estímulos visuales. Las dietas con aceite de maíz hicieron que los caballos
fueran menos reactivos a los pinchazos. Este es el primer intento de medir de
manera objetiva el efecto de la dieta sobre el grado de “nerviosismo” del
caballo.