La primera universidad católica
En nuestro país, y en el medio católico, comienza a hablarse
insistentemente de la necesidad de una universidad confesional durante la
segunda mitad del siglo XIX, en que se define la oposición al laicismo que
caracterizó toda esta época.
La idea de la creación de la Universidad, aparece
primeramente en el Congreso Eucarístico del año 1884. En esa Asamblea,
efectuada en el mismo año de la sanción de la Ley 1420, se dio una resolución a
favor de la libertad de enseñanza en el orden secundario y superior. Además se
hizo votos por la fundación de una Universidad Católica, investida con el poder
de conferir grados académicos en las diversas facultades, en la cual se
enseñara la doctrina católica en toda su integridad.
Cuando a fines de ese decenio, los católicos reanudan el
interrumpido movimiento, vuelve a exteriorizarse con entusiasmo el mismo
anhelo. En las Asambleas de 1907 (Buenos Aires) y 1908 (Córdoba) el tema de la
libertad de enseñanza ocupa un lugar preferencial. El primer Congreso de la
Juventud Católica de 1908, señala la importancia de la formación integral de la
juventud e insiste en que se lleven adelante las resoluciones que desde 1902
había adoptado el Episcopado en el sentido de fundar la Universidad Católica
“en la que se prepare a la juventud para el ejercicio de las profesiones
liberales y se enseñe en toda su integridad la doctrina católica”. Por fin la
iniciativa se cumple en 1910 por decisión del Episcopado Argentino, que funda
la Universidad Católica de Buenos Aires. Esta primera Universidad, había sido
concebida exclusivamente con el fin de proporcionar a sus alumnos, dentro de
una formación católica y de una cultura general, la capacidad requerida por el
ejercicio de determinadas profesiones. No existiendo en aquel momento ley
orgánica que amparara a las universidades privadas, y de acuerdo con los
preceptos constitucionales que reconocen el derecho de enseñar y aprender,
creyeron los obispos que la carencia de aquélla, no era razón para diferir la
fundación de una universidad.
El Pbro. Luis Duprat fue designado Rector y el Consejo
Superior por su parte, estaba compuesto por los Dres. Joaquín Cullen, Emilio
Lamarca y Angel Pizarro entre otros. El segundo y último Rector –hubo solamente
dos- fue Mons. Miguel De Andrea. Recién dos años después de su fundación
comenzó a funcionar su única Facultad, la de Derecho. Los planes de estudio de
esta Facultad, se organizaron conforme a los planes de la Universidad oficial y
año tras año, completó hasta llegar a seis, todo el cuadro de las disciplinas
exigidas a las que se agregaron los cursos obligatorios de Filosofía e
Historia, destinados a integrar la formación de los alumnos.
Sin embargo, la vida de esta primera Universidad Católica
fue efímera: al no obtener el reconocimiento de sus títulos por parte del
Estado, cerró sus puertas en 1922. Fueron inútiles todos los esfuerzos
empeñados para salvar la crisis abatida entonces sobre la flamante Universidad.
Pero la experiencia sin embargo dejó una gran enseñanza, reveló la posibilidad
de constituir un cuerpo docente y una estructura adecuada, capaces de servir de
base y preparación a un instituto independiente y de alta cultura.