IMPLEMENTACIÓN DE UN PROGRAMA DE MEJORAMIENTO GENÉTICO
Además de conocer los conceptos planteados en la sección
anterior, el fitomejorador deberá analizar cuidadosamente una serie de
cuestiones que impactarán en los resultados y en la eficiencia de su trabajo de
mejoramiento. Entre ellas, es fundamental definir los objetivos del programa,
que deben ser claros y alcanzables en un plazo de tiempo razonable y en función
a la infraestructura disponible. En caso de ser varios, puede ser necesario
establecer un orden de prioridad para llevarlos a cabo. Si hubiera que mejorar
un conjunto de caracteres, es aconsejable tratar de mejorar primero aquellos
caracteres que parecen más deficitarios y concentrarse luego en elevar las
relativamente buenas características que pudieren estar ya presentes
(Rodríguez, 1983; Rodríguez, 1986). La gran mayoría de los programas de
mejoramiento de alfalfa tienen como objetivos principales el desarrollo de
cultivares con muy alta producción de forraje, alta persistencia y resistencia
múltiple a insectos dañinos y enfermedades. En otros casos, también puede ser
importante mejorar la calidad forrajera o la adaptación a ambientes con
problemas de acidez, salinidad o sequía. El rendimiento de semilla no suele ser
tenido en cuenta por muchos fitomejoradores, pero es un carácter importante
para los multiplicadores y puede tener una incidencia directa en los costos de
multiplicación y en la disponibilidad comercial de semilla de las variedades.
En países donde la alfalfa se usa básicamente en pastoreo directo, la
disminución del potencial timpanizante constituye un objetivo importante.
Obviamente, el requisito fundamental para un programa de selección es la existencia de adecuados niveles de variabilidad genética en los caracteres a mejorar. Los métodos de mejoramiento tradicionales hacen uso de la variabilidad genética naturalmente presente en el 3 cultivo y/o en las especies relacionadas. Si ésta no existiera, deberá crearse ya sea por inducción de mutaciones o por el uso de técnicas biotecnológicas (variación somaclonal, transgénesis, manipulación genética, etc.). En alfalfa, el empleo de agentes mutagénicos, muy en boga hace unas décadas, ha caído en desuso. Por el contrario, la utilización de la biotecnología adquiere cada vez más preponderancia, y se está empleando con éxito en el desarrollo de cultivares transgénicos con tolerancia a herbicidas (glifosato) o resistencia a insectos (lepidópteros). También se ha avanzado en la producción de plantas con menor tenor de lignina y en la síntesis de taninos condensados para la prevención del timpanismo.
Seguidamente, el fitomejorador deberá definir el método de
mejoramiento a emplear, las unidades de selección, el tamaño de la población a
conducir, la intensidad de la selección y el grado de mejoramiento esperado. La
definición de estos temas se vería facilitada si se contara con información
previa sobre la heredabilidad de los caracteres a mejorar, el peso relativo de
los efectos génicos y la magnitud de la interacción genotipo-ambiente. Lamentablemente,
en la mayoría de los casos, esa información raramente existe.
La disponibilidad de campo experimental, de herramientas y
equipamiento, de invernáculos y laboratorios, y de recursos humanos y
financieros, debe ser la adecuada para la consecución de los objetivos
planteados en el programa de mejoramiento. También es importante contar, en
zonas apropiadas, con lotes de multiplicación de las poblaciones avanzadas y/o
de producción de semilla prebásica (breeder) de las nuevas variedades.
En lo referente al material de cría, la utilización de
genotipos de alto potencial de rendimiento y adecuada adaptación es
imprescindible. Todos los programas destinados a la obtención de variedades
comerciales utilizan como base de sus bancos activos germoplasmas elite, con
alto rendimiento de forraje, buena persistencia, resistencia a plagas y
enfermedades y apropiado grado de reposo invernal. Complementariamente, las
colecciones de germoplasma exótico se emplean sólo como fuente de alelos raros
o poco frecuentes en los materiales de los bancos activos. En ese sentido, el
uso de la colección base de germoplasma de alfalfa de los Estados Unidos se ha
visto favorecido por la designación de una “colección núcleo” (core
collection), que consistió en la identificación de unas 200 accesiones
destinadas a representar, con un mínimo de repetitividad, la mayor parte de la
variabilidad genética presente en una colección de más 1100 entradas (Basigalup
et al., 1995). La evaluación de la colección núcleo puede orientar la búsqueda de
alelos favorables en aquellos caracteres de evaluación costosa o compleja.
Ing. Agr. (MSc,PhD) Daniel H. Basigalup e Ing. Agr. (MSc) Ariel S. Odorizzi
INTA Manfredi, Argentina