Introducción
Tercer milenio. Siglo XXI. Año 2001. Sociedad de la
información y de la tecnología. ¿Hay algo que se resista a la técnica y que no
sea posible realizar? Si el hombre ha sido capaz de determinar con exactitud
milimétrica el genoma humano, cualquier aspecto a priori complicado en un
sector mucho menos sofisticado como lo es el de la mecanización agrícola
resulta un problema baladí. En el actual periodo de celebración de grandes
ferias y exposiciones (SIMA, FIMA, EIMA,...) basta darse una vuelta por cualquiera
de estos certámenes para comprobar como, técnicamente, todos los aspectos que
engloban a la mecanización del sector agrícola tienen solución. Grandes
cosechadoras equipadas con sistema de posicionamiento global para la
determinación exacta de la situación, equipos de tratamientos fitosanitarios
selectivos a la presencia o ausencia de vegetación, sembradoras capaces de
dosificar con exactitud la densidad de semillas adaptándola a los
condicionantes específicos, tractores que “deciden” la relación del cambio a
utilizar en función de las condiciones del terreno,... soluciones que hasta
hace pocas fecha podían sonar a ciencia ficción. Sin embargo es una realidad. Y
evidentemente esta realidad debe tener una aplicación inmediata en el sector,
es decir, el agricultor, el empresario agrícola debe poder incorporar a su
explotación la tecnología más adecuada a sus características. Los grandes
esfuerzos técnicos y económicos dedicados por los fabricantes en el diseño,
desarrollo y construcción de todos estos materiales tienen un objetivo común y
lógico: incrementar el volumen de negocio mediante el aumento de la cuota de
mercado. No tiene sentido el desarrollo de tecnologías más eficaces,
ergonómicas y seguras si finalmente no llegan al destinatario, si éste no
decide la inversión de una nada despreciable cantidad de dinero en la
adquisición de un determinado equipo. Pero, ¿estamos realmente preparados ante
tal avalancha de tecnología para tomar la decisión correcta? ¿tenemos
información suficiente para decidir por este o aquel tractor, esta o aquella
cosechadora, teniendo en cuenta que la decisión final puede suponer un
desembolso definitivo para nuestra explotación? Hace algunas fechas, en estas
mismas páginas, una colega escribía: “...Incluso a los técnicos que trabajamos
en el sector nos resulta complicado leer la documentación técnica – y no
digamos la comercial -, así que los usuarios lo tienen aún peor.....Concedamos
al agricultor del siglo XXI la oportunidad de leer documentación
clara y precisa y ya veremos si la lee o no.” Poca y en
muchos casos de difícil comprensión es la información que llega al agricultor
sobre las características técnicas de los equipos, y nula respecto a los
criterios a tener en cuenta para su adquisición. Ante una situación en la que
se requiere la inversión de una cantidad de millones nada desdeñable, es
preciso tener muy claros cuales deben ser los criterios de selección de los
materiales.